Tardecitas de mi pago, llenitas de soledad,
con acordes de guitarras y sombras de aguaribay.
Serranías azuladas, arroyo y sauce llorón,
palomitas solariegas, pérdidos rancho de hortón.
Bajo nal en la quebrada,
donde silba la perdiz,
anunciando el aguacero que no quería venir.
Ponte en mano y a la espalda,
leñita para el fogón,
un changuito,
balacena,
cordobés y buen cantón.
Montes de molle floridos reverdecen en el sol,
picas de ausencia,
sañeras que olvidaron al patrón.
El río se siente solo cuando no escuche el cantar,
de la que chanca la ropa cuando le toca lavar.
Ya se va en sangre la tarde,
de huello y tibio color,
y volviéndome al sureste se me alegra el corazón.
La vieja estancia de Sosa,
un día me vio nacer,
tierrita carriloveña y a vos te canto también.