Un 16 de febrero,
los reinas feces del pago
mataban a don Facundo,
el tigre real de los llanos.
Después del bárbaro crimen,
la mano anónima y torpe
clavaba en barranca yaco las nueve cruces del monte.
O el padre de un niño niño,
aquí en el mismo Quiroga,
les regaló las espuelas que nunca la historia nombra.
De boca en boca hasta ahora,
la real y tierna leyenda,
por cordobesa y por noble sigue guardada en la sierra.
Cuando la espuela del niño rayaba en el guardapatio,
la luna se demoraba enmarañada en los matos.
Es del chañar la leyenda de nueve cruces
la gloria del reina Feisantos Pérez,
lo federal de Quiroga.
Cuando sople el viento norte y enciende sus particiones,
se escucha entre los quejidos
la voz de los potillones.
De boca en boca hasta ahora,
la real y tierna leyenda,
por cordobesa y por noble sigue guardada en la sierra.