Nacer, crecer y morir de la vida es un mandato.
Reproducirse también, dichoso quien logre este acto,
pero hay que pensar si cría cuervos o pájaros gratos.
¡Ay, qué vaina tan jodida la crianza de los muchachos!
Que les debe dar cariño cobijarlos con el manto,
de ternura y comprensión sin mezquindad ni maltrato,
pero también corregirlos para que asienten el paso,
porque cuando se chasean merecen sus chaparrasos.
Ahora sí me voy al grano, escuchen este relato.
Don Pablo como buen criollo nació en los brazos del campo,
del llano paradisiaco y se crió como otros tantos,
desde muy temprana edad trabajando sin descanso,
jornaleando en los conucos y callejoneando bancos,
desmatonando potreros y como los hombres guapos,
bregando con los rodeos y caballos en los atos,
completo pa' un toro bravo o pa' domar un potranco.
Fue el cabo de Soga su aliado pa' someter cachilapos,
canoero en corrientales, en remolinos y charcos,
no le temblaban las manos pa' estaparar un berraco,
si no andaba en baquerías se le sudaba el sobaco,
tumbando chirivitales con peinilla y garabato.
Cuentan que en sus años mozo fue enamorado y botarato,
su sombrero a medio palo, su revólver cuatro cuartos,
un lengüejoso al cuadril que llamaba capasapo,
le daban a su figura aires de rudo y maranto,
pero era todo un señor respetuoso y de buen trato,
temeroso de mi Dios y devoto de los santos.
De baile en baile enlazó a la hembra de sus encantos,
en la punta un morichal dispuso para su rancho,
y al poco tiempo esfundados tenían repletico el patio
de gallinetos y piscos, de gallinas y de patos,
marranos en la sabana, bestia y ganao por coñazos,
la doña bien paridora cada año le daba un parto,
sentía gran felicidad ver crecer a sus chamacos,
después los mandó a estudiar primaria y bachillerato,
les cambiaron las costumbres de campesinos sensatos,
se volvieron fuemañosos, pícaros y mojigatos,
que quieren la plata fácil sin darle al mundo un palazo,
la sabiduría en los malos los hace ser más maniáticos,
y como el ciclo biológico cumple sus pasos exactos,
Pablo se fue envejeciendo como se madura un plátano,
ya no era el mismo de ayer se le notaba el cansancio,
pasaba los días pensando, chalaneando su curraco,
rumiando viejos recuerdos bajo el techo de un cerrapio,
la vida lo fue mermando entre achaques y quebrantos,
cuando sus hijos lo vieron que ya parecía un espanto,
que de su vitalidad no le quedaba ni el rastro,
se amangualaron y fueron dizque a exigir el reparto,
que la demencia cenil le impedía ser varón acto,
para seguir manejando lo que hizo luchando tanto,
escapito que lo capan esa punta de bellango,
como el anciano no era de querellas ni alegatos,
le ganaron la pelea y esbarataron el lato,
lo masacraron a dientes igual que perros y gatos,
lo enviaron desamparado derechito a un ancianato,
porque solo era un estorbo que producía pena y asco,
muchas incomodidades como también muchos gastos,
un día que fui a visitarlo lo hallé triste en un cuarto,
le flaqueaban las canillas, no tenían fuerza sus brazos,
de plereco y paloteado y con el cabello blanco,
pero tan pronto me vio, se me acercó paso a paso,
y me dijo susurrante con los ojitos en llanto,
yo ya no sirvo para nada, soy un pobre carapacho,
fíjate bien en mi estado, es que ya ni el agua masco,
pero lo que me da grima, se lo digo sin recato,
es haber criado esos muérganos, mugres, porqueríos ingratos,
cuantas veces por mirarlos con buena ropa y zapatos,
para sacarlos adelante, yo no estrenaba ni un trapo,
para que no les faltara, nunca la comía en el plato,
y ahora vienen a pagarme con desprecio y maltrato,
estoy esperando el día que me llame el Padre Santo,
y que mis penas se vayan en las alas de un chubasco,
pero Asina esté en el cielo, de mi llano no me aparto,
y diciendo estas palabras, al cielo subió Deus Santo.