de manera muy ostentosa,
moquetas rojas por todo,
cortinas de tecepelo,
lámparas de araña.
Se siente infinito el pasillo.
Es muy desconcertante.
Las imágenes de los cuadros cada vez son más turbias.
Sigo andando.
Brujillas de toreros,
dibujos arrojados psicopáticos de escuadrilla,
no sé.
Todo bastante bien pintado.
Al óleo.
Eso de alguna manera hace que no huya despavorido.
Intento recordar a dónde me dirijo.
Cuántas
lámparas,
una tras otra, una tras otra.
Andando cada vez el pulso.
Eso me acelera más.
Cada
vez la lámpara de araña.
Es más araña.
Menos lámpara y más araña.
Y más retratos
de familias en piscinas.
Nadie tiene rostro.
El siguiente cuadro es bastante grande.
Es
una escena de unas hienas devorando a un ciclista.
Muy bestia.
El pasillo continúa recto y no
alcanzo a ver el fin.
Miro atrás y ya tampoco veo el extremo del que vengo.
Sigo recto.
Se ha apagado la luz.
Oscuridad absoluta.
Mejor me aparto.
Aquí no hay nada.
No veo nada.
Nada.
Ningún objeto,
ninguna estructura,
ni siquiera hay suelo.
No veo ningún límite en ningún lado.
No puedo ni definir siquiera el color.
Es turbio.
Es como si estuviera todo el tiempo cambiando,
pero no se mueve.
Voy a gritar.
Grito fuerte.
No suena nada.
Y además tengo muchísima hambre.
No pasa el tiempo.
Y no me muero.
No pasa el tiempo porque no me muevo.
Hay cortes narrativos.
Hay fallos de récord.
Pero sigue bien el texto.
Cada vez los aplausos son más intensos.
Ya se ha dejado de escuchar el texto.
Cada vez los infinitos aplausos son más y más estrilentes.
Parece que está llegando gente.
Grupos grandes de personas desde todos los lados para aplaudir.
Hay gente a la que le están empezando a sangrar los oídos.
No se esquejes.
Necesitan su tiempo.
Necesitan cuidados.
Pero necesitan su tiempo.