Yo no quiero que nadie a mí me diga
que de tu dulce vida, oh, ya me has arrancado.
Mi corazón una mentira pide
para esperar tu imposible llamado.
Yo no quiero que nadie se imagine
como es de amarga llorda mi eterna soledad.
Pasan las noches y el minútero muere,
la pesadilla de su lento tic-tac.
En la doliente sombra de su cuarto le esperar,
sus pasos que quizás lo volverán.
A veces me parece que ellos detienen su
andar sin atreverse luego a reiterar.
Pero no hay nadie y ella no viene,
es un fantasma que crea mi ilusión
y que al desvanecer se va dejando su visión,
cenizas en mi corazón.
En la placia de espera del reloj las
horas que agonizan se niegan a pasar.
Hay un desfile de extrañas figuras
que me contemplan con burlón en mirar.
Es una caravana interminable que se
hunde en el olvido con su mueca especial.
Se va con ella tu boca que era mía,
solo me queda la angustia de mi mar.
En la doliente sombra de mi cuarto le esperar,
sus pasos que quizás lo volverán.
A veces me parece que ellos detienen su
andar sin atreverse luego a reiterar.
Pero no hay nadie y ella no viene,
es un fantasma que crea mi ilusión
y que al desvanecer se va dejando su visión,
cenizas en mi corazón.