La habitación envuelve en calma total,
el silencio profundo se vuelve ritual.
El tiempo avanza sin dejar señal,
como un gato que cruza el muro otoñal.
No hace falta reloj para ver pasar los
momentos que el alma quiere guardar.
Cada instante se escapa sin ruido en un rincón caído,
sereno y perdido.
El aire es ligero,
nada que alterar,
solo el suspiro del día al pasar.
El gato invisible desliza su andar,
dejando el tiempo fluir sin parar.
De segundo se vuelven ecos fugaces,
como sombras que bailan en espacios tenaces.
En esta quietud
el mundo se va,
como un gato que cruza el muro otoñal.
No hace falta reloj para ver pasar los
momentos que el alma quiere guardar.
Cada instante se escapa sin ruido en un rincón caído,
sereno y perdido.
No hace falta reloj para ver pasar los
momentos que el alma quiere guardar.
Cada instante se escapa sin ruido en un rincón caído,
sereno y perdido.