Me repito tu nombre muy bajito y para mí
por ver si desde dentro
tú me atiendes.
Hasta ahora ya he probado con el viento,
con la lluvia y con el cielo
y no te escucho.
Te lo he gritado en grandes plazas y en
lo que creí tu casa y no te encuentro.
Siempre me dijeron que ibas junto a grandes cosas.
Tu casa está tan llena de tesoros
y de incienso
que en ella solo encuentro superficie,
brillo de metal y piedra
que me ciega.
Es tan difícil conseguir oírte cuando todos quieren describirte
a su manera.
Si pudiéramos romper la inercia que arrastramos con los años
y buscar lo que es la esencia que hay sembrada en cada ser humano.
Me repito tu nombre porque sé que estás ahí.
Y no existes porque existo,
somos uno.
Por más que insistan en ponernos en niveles y en esencia diferentes,
he decidido pronunciar tu nombre simplemente pronunciando el mío.