¿Te acuerdas, mi chinita, del puente Pesoa, donde te besé?Qué taseada en mis labios tú me repetías, no te olvidaré.Tardecita de sol y el testigo de amoren el puente Pesoa, querida del alma, no existió el dolor.De acuerdo de unas calles polvorientas, rojizas por la huella del tanino,del monte que guardaba a los quebrachos bajo el verano padre y amarillo,de un relumbrón de zapucay perdido cuando anunciaba el alba a la mañanay una sirena que cortaba el aire y un pasco de acerrín en las gargantas,de don Pedro Achero y doña Juana Omíndez sobreviviendo en tierras forestales,envejeciendo todas las edades,de acuerdo de una villa guillermina que fue muriendo lento,de un monte sin sirena, tanino ni acerrín, detrás del eco solo de su nombre.¿Cómo olvidarte, villa guillermina, si entre tus calles soñé por vez primera?En tus veredas aromas de azar que perfumaron mi loca juventud.Entre el foñaje de tu selva bravía forje ilusiones y trase mil caminos.Tuve la dicha de amores y cariño, ¿cómo olvidarte, villa guillermina?Yo soy uno de tus hijos que a la distancia siempre recuerdoy aún escucho en mis oídos voces y cantos tan queridos.Despertaba en la mañana el trinal de pajaritos,el arroyo, los amores, fue testigo de mi adiós.Yo soy uno de tus hijos que a la distancia siempre recuerdoy aún escucho en mis oídos voces y cantos tan queridos.Despertaba en la mañana el trinal de pajaritos,el arroyo, los amores, fue testigo de mi adiós.¿Cómo olvidarte, villa guillermina?