Fue en un pueblo sin mar
del oeste español
tan familiar.
Yo bajaba del norte, me invitaste a parar,
¿te cae de camino o no?
Lo dudes más.
Me dijiste al llegar,
necesito descansar.
Durmamos pues y tal vez los sueños nos quieran despertar después.
La,
la,
lara,
lara, qué dulce es la brisa
de este pueblo sin mar.
Me elevé una vez más para poderte besar.
El sol caía en un
naranja fugaz.
Entre tu piel no te supe hallar,
me dejé abrazar
sin pedir más.
Te dije entre risas,
no te puedo alcanzar.
Ganesio,
nuestro miedo,
esclavo de la altura y la velocidad.
La,
la,
lara, lara, qué dulce es la brisa
de este pueblo sin mar.