Tiene la cadencia brillera de las pibas fuertes.
Nadie niega que está un cachito pirucha.
Se ríe con lluvia de cristales blancos,
camina y las veredas se van detrás de ella.
La ciudad hace silencio cuando pasa
y el barrio ya se cambiará de lugar
cuando ella vaya por ahí,
regando tanguismos por el mundo.
Qué rabia percanta y aniñada le sale cuando canta.
Con seis cuerdas,
con orquestas de fantasmas,
con los huesos de la luna,
Estefanía tiene
un dragón rioplatense en la garganta.
Hace música a puro fuego.