En el suelo libanero a una fiesta que llegué, de un freno lindo me armé liviano y muy coscojero.
Vi que un artesano herrero lo tenía sobre la mesa y aunque a veces la pobreza nos hace cuidar los reales,
como vendí unos bozales, pude agenciarme esa pieza, negro acero superior, de rastrillo viejo un diente,
un diente cónico, en sentido al puente va de mayor a menor.
Creo que lo hace mejor enfrenando un redomón, ayudándolo un montón a que la encía beneficie,
porque a mayor superficie disminuye la presión.
Las patas cortas, forjadas, copas que hacen batifondo porque de un fierro redondo quedó planchuela estirada,
a martillos remachadas de vuelo particular,
dándole un timbre ejemplar a la coscoja cantora, que en el escarceo se atora si un pingo la hace sonar.
Sin ser domador de estancia, a algunos le hice la hechura, y sé que la embocadura tiene tremenda importancia.
A este lo agarran con ansias como pintando pabuenos, descargándole el veneno nervioso que da sostén.
Aunque un caballo hecho bien, anda bien con cualquier freno,
que nadie lo tome a mal, ni crea que es compadrada, pero pa' mí la enfrenada es algo fundamental.
Al no ser profesional, a mí mismo me ha pasado redomones de bocaos que se pasaban de buenos al golpearse con el freno.
Quedó el trabajo arruinado, y aunque es un bien material, en mis afectos lo integro, su temple y el acero negro tendrá un justito especial.
Lo encontré por un casual y del suelo.
Olivanero, tengo mil recuerdos, pero hay dos que siempre destaco.
Ver muchos pingos macacos, y mi freno coscojero.
Đang Cập Nhật
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