Dicen los pájaros buenos
que pueblan la plaza,
que el hombre con piel de pueblo
y voz de antigua galaxia está
allí antes que el tiempo
construyendo la mañana.
Las doñas le tienen miedo
porque el olvido les gana
si él era varón y dueño
del agua
que al pueblo baña y domaba las palomas doradas que el sol regaba.
Tiene por ropa el harapo que la
pobreza regala y en los ojos cuadrados
de vino en lluviadas y en el abrigo agujeros
que lo ven todo y se callan.
Camina buscando algo,
pero no aparece nada
y las puertas se le cierran y las calles se
le alargan.
Su recuerdo es la llovizna
azul y triste que canta.
Y así le dan los gorriones
misas de luz libertarias
y el sabe de
profecías
picoteadoras con alas
que si una vez tuvo todo
le faltó quien lo soñara.
Como si yo lo velaba,
crucificado en el tiempo,
se fue el loco de la plaza.