Me sucedió otra ocurrencia de las que no crecen más.
A lo mejor no me creen, pero la voy a contar.
Resulta que en estos días yo salí a galapaguear,
después que anduve bastante,
cuando me fui a regresar.
Miré pa' una punta de manta y vi una mujer sentar,
me llamó con un pañuelo y salí embalado pa' allá.
Calcule que tenía miedo o que se había extraviado.
Le pregunté con cariño, ¿en qué le puedo ayudar?
Me contestó cabizbaja, con la voz entrecortada,
lo que quiero con usted que volvamos a bailar.
Conocí que era la muerta con quien tuve una
choca,
me puse más apretado,
llevo talón de majá,
no se veía ningún músico,
pero
escuchaba tocar una chipola igualita con la bismith a tomar.
Ella fue quien me echó mano,
sin dejarme que alegar,
y en un chirivital nos volvimos a fajar.
La agarré duro a dos
manos y la llevaba a atesar,
evitando lo posible yo se volviera a esgonzar,
y así me la fui
llevando y la bailaba a torear,
pero pegadito nada,
porque sentía una fielda,
me iba ganando
terreno con toda facilidad,
tanto bailaba pa'lante como bailaba pa'trás,
no arrastraba
las chancletas ni echaba las cuadrilás,
las jetas y le cuereaba y la misma tuquequía,
le dije bailemos sueltos y no me quiso soltar,
ayer aquella tenía la silla bien apretada.
esa
noche tenía la mecha muy apagada,
bien sabía que era la muerte y que me podía llevar,
mientras más rato más fría y yo empezando a sudar,
deseando llegar a alguno que me quisiera ayudar,
para brindarle la sangua y poderme pingurear,
clarito escuchaba yo esa chipola trama,
y ya el chavicero estaba como carne de empaná,
como carne de empaná,
la muerte no me llevó porque quiso estar nuda,
y cuando cerró los ojos me monté velocidad,
la agarré por las pecheras y la tenía domina,
esperando una ceñita pa'poderme la escapar,
esa noche si no estuve por quererla enamorar,
y por ofrecerle ofertas ni me quería retratar,
bailando mismo pensé ya la voy a encanecar,
le di más de treinta vueltas a toda velocidad,
me la traje por aquí y me la lleve por allá,
le eche una zambuí de pato y una remolina,
la agarré por los sobatos y le eche una batuquilla,
le hice varias payasadas y otras ceremonias más,
con esto se encanecojo,
pero de lengua
a pelar,
si no le juego a esa punta,
quien sabe como me va,
se nota una sonrisita,
con
muy poca voluntad,
yo siempre me la gané y quedo bien trajina,
la lleve hacia una raíz,
la mamá se levanta,
la senta y cerró los ojos,
y me mando a patalear,
yo sentía que
me subían y me volvían a bajar,
y escuchaba clarito la muerta corriendo atrás.
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