¿Para qué los libros?
¿Para qué, Dios mío,
si este amargo libro de la vida enseña
que el hombre es un pobre pedazo de leña
que arrastra en sus ondas fugaces el río?
¿Para qué los libros?
¿Para qué, Dios mío?
Leí muchos libros,
leí tanto,
tanto,
que al fin se cansaron de hacerlo mis ojos.
Y sólo me resta
un poco de llanto,
un hondo amarguro,
un hondo quebranto,
un mundo de espinas,
un bosque de abrogos.
¿Qué sabe ha podido mecerse en la bruma?
¿Qué artista una gota formar del rocío?
¡Oh, pobres poetas!
¡Romper vuestra pluma!
¿No veis cómo escribe sus versos la espuma?
¿Y oís cómo canta en sus himnos el río?
Debajo de un árbol
me herido y espero.
Cuán poco a los hombres que pasan les digo.
La vida es un viaje,
yo soy un romero.
Cansado de todo,
dormir sólo quiero,
el último sueño de paz y de olvido.
¿Para qué los libros?
¿Para qué,
Dios mío?
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