Dardos de prosa silvestre hicieron blanco en mi pecho, me inyectaron en el alma decisivos
argumentos para describir en coplas la humildad de mis ancestros, escudado en avatares de
dichas y sufrimientos. Hay días que estamos muy tristes, en cambio otros días contentos.
No tendría gracia la vida si no hubiese movimiento, sólo permanece el cambio en este mundo revuelto.
Toca vivir el presente porque el futuro es incierto y el pasado ya es pasado, para qué
remordimiento y así sea dulce o amarga la vida no es más que un cuento, pero hay cosas que no
pueden sacarse del pensamiento. Llegué al mundo una mañana, me asistió el sol parturiento y se
bebieron mis miaos las gargantas de los vientos, tuve por el plácida cuna sabanas de pecho abierto
con caminos que apuntaban a los enigmas del tiempo. Mi papá murió seis lunas antes de mi nacimiento,
mi mamá quedó con cinco sutes flacos y harapientos, le tocó que hacer de padre y de madre por supuesto,
tuvo que lavar y planchar para darnos el sustento, pero nunca nos faltó una caricia de aliento,
ni una mirada locuaz de cándido entendimiento. Le mañanearon las canas con semejantes tormentos,
aguantando el cirilí de esos diablillos inquietos de mamita, que tengo hambre, que hay hijito,
que no hay nada en el momento, que voy a salir a buscar para ver en donde encuentro,
o si no nos acostábamos con el estómago seco. Menos mal que no servía cualquier cosa de alimento,
pues que tal uno bien pobre y leñapa regodiento, éramos de Agüepanela, de Ave María y padre
nuestro. Y así en las troncas y amochas fuimos creciendo derecho, ya que siempre nos condujo por
el camino correcto, decía Pecao, no es ser pobre, Pecao es ser deshonesto, es por eso que trabajo
para ustedes como un jumento, porque juré levantarlos y cumpliré el juramento, y en verdad
que lo cumplió, no falló en su noble intento, sus hijos fueron su obra labrada con pulimento,
y cuando se disponía a disfrutar de sus nietos, la atacó un maldito mal promovido por el tiempo,
porque este es el asesino más despiadado y perfecto. Después que fuera tan fuerte,
daba pesar ver su cuerpo, de toda su fortaleza no quedó ni el 10%, sólo el cuero le forraba
su fatigado esqueleto, pero nunca perdió el brío ni su buen comportamiento, trabajó con fundonor
hasta el último momento, cumpliendo con su deber y sagrados mandamientos, dando de comer al hambriento
y de beber al sediento. Negra Ligia, que Diosito te haya puesto en un buen puesto, el que merecen
las almas que han prodigado en ejemplo, lo que por mí hiciste mamá, todos los días lo agradezco,
aún muriéndote me diste un tesoro de consejos y la última bendición con un agónico beso.
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