Eran conocidos en las calles del barrio, conocidos en todos los bares y tabernas.
Él tan serio, tan alto, tan pálido y delgado, ella morena y frágil, tan graciosa y pequeña.
Él rondaba más o menos dos cincuenta y ella debía tener uno más de veinticuatro.
Él daba clases, creo, en alguna academia y ella estudiaba, creo, un curso de italiano.
Bebían y se amaban, o eso parecía. Discutían a veces, a veces sonreían.
Se besaban y odiaban, pero nadie es perfecto. El amor es difícil y extraño en estos tiempos.
La noche debilita a los corazones, noches de funeral, de vino y rosas.
Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota.
El sol limpia las calles, la memoria, feroces pasiones atenúa.
Inventa el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura.
Él entró una noche en el mar de costumbre, iba vestido todo de riguroso luto.
Venía borracho y solo traía el gesto serio y entre las manos una corona de difuntos.
Ella le había dejado, nos explicó sereno, y había decidido considerar la muerte.
Y brindar por su olvido y su descanso eterno, y celebrar su entierro de taberna en taberna.
Así que allá nos fuimos, ¿y para qué contaros? Vasos, vinos y risas, alguna vomitona.
Abrazos de amistad, eterna aquella noche, requiescan y brindemos por ella y su memoria.
La noche debilita a los corazones, noches de funeral, de vino y rosas.
Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota.
El sol limpia las calles, la memoria, feroces pasiones atenúa.
Cuéntate el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura.
Al salir del almendro ya iba muy borracho, se cayó en el asfalto y me incliné a su lado.
Supe que estaba muriéndose de golpe, dijo algo en mi oído, se deshizo en mis brazos.
Se lo llevo la ambulancia con su corona y todo, y yo me fui a cumplir con su encargo maldito.
Llegué hasta el bar que él me había indicado y busqué a la muchacha entre el humo y el ruido.
Por fin la vi, bailaba muy despacio, refugiada en el cálido pecho de un muchacho.
Le conté y me escuchó, se abrazó a su pareja, yo no sé si lloró, no se veía a penas.
La noche debilita los corazones, noche de funeral de vino y rosas.
Brindemos por el amor y sus fracasos, quizás podamos escoger nuestra derrota.
El sol limpia las calles, la memoria, feroces pasiones atenúa.
Inventa el final de cada historia, que el amor es eterno mientras dura.