Gastando empedrado me vio Buenos Aires
en mil madrugadas de loca bohemia.
Así comenzó mi vida de artista,
entre tangos,
óleos,
moscato y pizza.
Pariendo madrugadas me fui gastando los trapos,
y un día cualquiera,
de garúa fina,
cuando pensás que el tren ya no llega,
levanté el circo y me pegué el piro.
Pensé que a la vida todavía le podía ganar la partida,
rompí afrentazos todas mis cadenas,
lloré en silencio mis profundas penas,
le puse distancia a mi propia vida
y me fui callado sin gastar saliva,
con la maleta llena de sueños y en la otra mano
el pasaje de ida.
Marinero de un sueño pirata,
cambié de mar sin pasar por Panamá,
comprobé que la patria
es más grande cuanto más caminas
y que los límites se agigantan si te achicas.
No quedó más remedio que crecer o morir en el intento.
Crecí en el dolor y la soledad,
en el desarraigo y la angustia.
No me preguntes compañero,
no sé qué pasa después,
todavía estoy creciendo,
gastando
empedrado en esta tierra extraña,
en mis madrugadas de loca bohemia,
gastando de a
poco
los trapos que quedan.