No me asusta la tristeza
que hace valorar alegrías.
Me gusta la ausencia que valora compañías.
Cuando no encuentras la palabra adecuada,
cuando hablas de querer,
cuando los hielos en tu boca se hacen agua,
como la primera vez.
Me gusta cuando quitas la etiqueta a esa cerveza,
los bostezos infantiles si en el fondo no despiertas,
los silbidos de piropos que se cuelan
cuando dejas las puertas entreabiertas.
Yo revivo si me dices al oído que esta noche no te vas.
Susurras y por dentro doy gritos que si
tú eres mi castigo volveré a portarme mal.
Me gusta ser libre para decirte lo que siento,
libre para atarme a tus tequeros.
La imprudencia de no predecir tus consejos,
tus miradas de impaciencia que reflejan mis
espejos.
Yo revivo si me dices al oído que esta noche no te vas.
Susurras y por dentro doy gritos
que si tú eres mi castigo.
Tus rutinas plagadas de contratiempos,
las palabras que en tu voz son mis silencios,
tus confianzas que me causan tanto miedo,
que me hagas tener los pies en tierra,
que me cojas la mano y me subas al cielo.
Yo
revivo
si me dices al oído que esta noche no te vas.
Susurras y por dentro doy gritos
que si tú eres mi castigo volveré a portarme mal.
Yo revivo si me dices al oído que esta noche no te vas.
Si esta noche no te vas.
Yo revivo
si me dices al oído que esta noche no te vas.
No te vas.