Aquella tarde de agosto me aleje de mi llanura, tratando de borrar mis penas, esa es mi mala
fortuna.
Pensaba no regresar por este sol que me alumbra, pero olvidar a mi ya no es una cosa muy dura.
Ahora que estoy en mi pueblo tierra, donde fue mi cuna, donde tomo el aire fresco del
manantial agua pura, debajo de un mataparro amarro mi colgadura, jalo mi cuatro sonoro
y canto un zumba que suba.
Quiero volver a colear pero en mi cabalgadura, y si yo dentro una manga mi puntuación es
No pensaba en mi caballo volver a montar más nunca, pero vive relinchando y parece que
algo busca, bien en la maño será la costa una laguna, seguiría amarrando toros con
la misma sogadura, como lo hacía aquella vez con los claros de la luna, me anhelaba
mucho más si la noche estaba oscura.
Una costumbre que tengo y es que nadie me la cura, estoriar un toro bravo con la mano
en la cintura, donde quiera que se plante mi presencia es más segura, de quitarle las
ventañas eso nunca me repuna, lo que de llano aprendí es una cosa menuda, al contrario
de mi padre que no le falto ninguna, sabía las reglas de llano las que ahora no se acostumbran,
pero vivo satisfecho por ser llanero de cuna.
Mi padre si fue llanero a nadie le quedó duda, lo probó con su hazaña demostrando
una por una, como decían los llaneros despidiendo su alma pura, con desfiles de jinetes lo llevaron
a su tumba, les pido que cuando muera antes de echarme a la urna, o abandona un pajarillo
y la voz de una criatura, un llanero escubillando con una hermosa figura, y en la puerta de
un corral fabriquen mi deportura.