Las
porteras indiscretas
se
te agarran de las piernas
y
recitan algo tensas
discusiones de pareja.
Las porteras eficientes
al reír muestran los dientes
a
pesar de que al fregar el portal
te lo quieran pisar y todo esté mojado y en sus manos
una sensación de nunca acabar.
Las
porteras más amables
no
preguntan dónde vamos
sólo
piensan que al entrar en el portal las miramos mal y pueden recordar
tantos nombres
y su relación con placas del buzón.
Las porteras
ya casi no hay.
Oh, las porteras ya casi no hay.
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