Para Juancito Catán, Héctor Contreras,
Marcelo y Cococho Carabajal,
Lisha Paz.
¿Por qué no agarrás el azo vos que estás desocupado?
Y ahorcá ese perro apestado que no oye y ni hace caso.
Matalo de un talerazo pa' que deje de estorbar.
Que no hace más que escarbar y así me rompe el jardín.
Ayer me rompió un jazmín que tanto supe cuidar.
Vieja,
vieja,
vos te has olvidado cuando te atacó el matrero.
Que fue ese perro vejero que salió todo cortado.
Peleando desesperado, clavándole los colmillos.
Te hizo perder el cuchillo y pudiste escapar.
Sin él, ¿quién te iba a salvar de las garras
de cepillo?
Hizo buena temporada cuando al arroyo el Juancito
se resbaló el pobrecito y cayó a la correntada.
Gritabas desesperada y allá te ibas a alargar.
Cuando lo viste nadar,
él te lo trajo a la orilla.
Vos rezabas de rodillas y ahora lo quieres matar.
¿Recuerdas la gran sequía cuando no hubo ni un locrito?
Para nuestros cachorritos,
¿quién los quirquinchos traía?
Si una nutria conseguía en el bañao del estero,
había carne y con el cuero la hierba también
cambiaba.
Entonces no te estorbaba el viejo perro vejero.
En mis años de recero, conmigo la tropa riaba
y cuando yo descansaba se echaba junto al apero.
Si volvía algún bañero los atajaba
el solito.
Siendo mis hijos chiquitos,
¿cuántas veces lo han montado?
Y hoy grandes se han
olvidado al quiso de caballito.
Pucha, pucha, esa leña mojada casi me hace
lagrimear.
No creas que vi a llorar por esa cosa escuchada,
sólo que estuve enojada con el pobre animalito.
Dejá que muera solito cuanto nos ha acompañado.
Vi a traerle un acolchao que descanse el pobrecito.