Domingo estando errando, se encontraron dos manzanas, metiendo mano a sus fierros, como queriendo pelear.
Cuando se estaban peleando, hoy llegó su padre de uno, hijo de mi corazón, ya no pelíes con ninguno.
Desde de aquí mi padre, que estoy más bravo que un león, no vayas hasta la espada y le traspases el corazón.
Hijo de mi corazón, por lo que acabas de hablar, antes de guerra y el sol, la vida que haz.
Me quito lo que le encargo a mi padre, que no me entierre en sagrado, que me entierre en tierra bruta, donde me trille el ganado.
Con una mano de fuera y un papel abredorado, con un letrero que diga, Felipe fue desgraciado.
El caballo colorado, hace un año que nació, hoy se lo dejo a mi padre por la gracia que me dio.
De tres caballos que tengo, hoy se los dejo a los pobres, para que siquiera digan, Felipe Dios, te perdone.
Bajaron al toro prieto, que nunca lo habían bajado, pero ahora sí ya bajó, revuelto con el ganado.
Ya con esta ave despido, con la estrella del oriente, eso le puede pasar a un hijo de sobediente.