Escribe,
le pide un cantante a su hijo,
le dice mirándolo fijo,
expresarte es una forma de amar y conocerte.
Las palabras que has escrito quedarán hasta después de tu
muerte.
Escucha atentamente, le dice abrazado a su lado,
una mente abierta es más fuerte que un puño cerrado,
que a él un golpe no le ha lastimado más que
las tristes palabras de un amor equivocado,
que nadie te haga daño, ten cuidado, mi hijo.
Las palabras dañan como el padre que golpeó a su hijo,
como el tonto que obedece porque
el jefe se lo dijo,
como hacer el mal por hacer el mal,
porque estás herido,
mi hijo,
como hacer el mal por hacer el mal,
porque estás herido,
mi hijo.
Ten en cuenta,
le comenta el cantante a su hijo,
se lamenta que las cosas no se dieron
como él quiso.
Todas las canciones que escribí son para ti,
ojalá que tú las cantes cuando
ya no esté aquí.
Ser feliz con lo divino te quise enseñar,
aún después de muerto
siempre te voy a escuchar cantar.
Todas las canciones que escribí son para ti,
aún en
este mundo se puede ser feliz,
ojalá que tú las cantes cuando yo no esté aquí.
Todas
las canciones que escribí son para ti,
vale más ser capaz de entregar sin recibir.
Escribir
y desentregarte a los demás sin pedir,
nada cambia.
Este es el cuento de un niño y su
padre que él enseña cantando.
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