El hombre se sienta detrás de la mesa con un papel.
Coge la pluma y se da un tiempo muerto,
algo anormal.
No tiene nada ya que contar,
ni una historia de amor sin final.
Y
cuenta las vueltas que da en su cabeza,
veinte en total.
Se frota el pelo buscando un cuarto deseo.
Mira hacia el techo pensando que el blanco
le va a ayudar.
Y copia las frases escritas por otros años
atrás.
Y no tiene nada ya que contar,
ni una historia
que acabe fatal,
ni unos versos sobre el amor
con las rimas directas y en do.
Y no tiene nada ya que contar,
ni algún drama afectado y vulgar,
ni unos besos sobre su temor
a quedarse sin nada que hablar.