Como con bronca y junazo,
del rabo de ojo a un costado,
sus pasos han caminado derecho para la rabada,
lo lleva el presentimiento de que en aquel potrerito
no existe ese albolicito,
fue su único ideal.
Yo recordaba aquellas horas de garofa,
cuando Minga de laburo se pasaba,
me taponga y al codillo escolazaba,
y en los burros se ligaba un mendejón.
Cuando no era tan jonado por los tiras,
la lanciaba sin tener el manchamento,
una paica le afanaba todo el vento y jugó con su pasión.
Era un mosaico diquero que jugaba de quemera,
hija de una curandera,
mechera de profesión,
pero vivía engolupida de un jafiolo vidaguita,
que le pasaba la guita,
que le chacaba el matón.
Frente a frente y dando muestras de coraje,
los dos taitas se trenzaron en el bajo,
y el ciruja que era listo para el tajo,
al jafiolo le cobró caro su amor.
Hoy ya libre de gallolas y sin la mina,
campaneando un cacho de sol en la vereda,
piensa un rato en el amor de esa quemera,
hoy soy yo sacóndolo.
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