Por senderos tras las sierras va Brochero con su mula, luto y pena, la epidemia del cólera,
la angustia y la muerte de su padre que en el andar se le suma.
Va con rumbo hacia el oeste donde se alzan los gigantes,
donde Guayama y sus huestes por el paso de los gauchos
dejan la senda caliente desde Córdoba a los llanos.
El sol de Achala rebalsa en la copa de su sombrero,
a lo lejos los reflejos de un río, el Panaolma,
de un verde claro le colman la intensidad de sus ojos.
El viento, que como un niño jugueteaba con su poncho,
acordándose de pronto de algún olvido cualquiera,
partió con la primavera, valle abajo, entre las flores.
Como un niño jugueteaba con su poncho,
como signo de altitudes, un águila cruzaba el cielo.
Cielo limpio, ni una nube, más celeste que otros cielos,
el cielo de San Alberto, cielo del pura Brochero.
Se cabrié, alto en el cielo brillaba el sol,
a la distancia un río se ve, el Panaolma tiene que ser,
tiene que ser.
Con dos mulas y un baquiano, mozo criado entre los cerros,
va Brochero hacia el curato de la villa de San Pedro.
Música
Va cruzando el territorio de un ojeste león de piedra,
donde es poco lo que dice sobre el vicio y la miseria.
Música
Cielo limpio, más celeste que otros cielos,
un águila cruzaba el cielo, Y voltearán a la iglesia,
a la iglesia con mucho paraíba.
Música
Imeria de los medias de arreglar,
iBendic Mihid' del beim.
Música
Al-Nasana se llamaban los senderos tras la sieza
Antes de soñar camino, la memoria de la piedra
¿Dónde estás, santos Guayama?
Ven conmigo, no te escondas
Venga cura, que me matan
Les responderá una sombra
¡Oh!
¿Dónde estás, santos Guayama?
Ven conmigo, no te escondas
Ven conmigo, no te escondas
Ven conmigo, no te escondas
Ven conmigo, no te escondas
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