A una tarde loca siguió la noche,
su calma cálida, una piel de bronce,
con la dulce tentación.
Y sonaba ya el ritmo caliente,
lambadas,
salsas y merengue,
y un mulato vacilón.
Ya por culpa de los combinados,
o mis esapilques demasiado,
me dejó tal como Adán.
No te cuento nena que hubo luego,
ya te imaginas al mancebo,
o magarrón y bumerán.
Luego fueron besos y caricias,
el calor que sube a toda prisa,
la ventana sin cerrar.
Que el amor es ciego ya sabemos,
pero todos vecinos tenemos que les gusta cotillear.
Y hasta el ojo de la cerradura,
siempre hay algún cara dura,
que nos ha enterado bien.
Mira que no te digo nada nuevo,
nena que el amor es ciego,
pero los vecinos ven.
Cuando el aceite ya se ve caliente,
pon ojito a la sal.
Cuando el aceite ya se ve caliente,
pon ojito a la sal.
Que ya no me fío de la gente,
yo me bajo en este tren.
Que ya no me fío de la gente,
yo me bajo en este tren.
Aunque el amor es ciego,
sé prudente,
porque los vecinos ven.
Mucho cuidado que el amor es ciego,
pero los vecinos ven.
Mucho cuidado que el amor es ciego,
pero los vecinos ven.
Y sé que no te digo nada nuevo,
la lección la sabes bien.
Y sé que no te digo nada nuevo,
la lección la sabes bien.
Que nadie gana o pierda en este juego,
pero los vecinos ven.
Mira que el amor es ciego, nena,
pero los vecinos ven.
Mira que el amor es ciego, pero los vecinos ven.
Mira que el amor es ciego, pero los vecinos ven.