Ella quiso que su hija
se vistiera de duquesa,
que no fuera cenicienta,
que la vieran en calesas,
nunca quiso que su hija se vistiera de plebeya,
nunca me quiso a mí.
Tuve las manos llenas de bondad y de cariño,
nunca tuve las monedas
que compraran apellidos,
tuve padres muy normales,
sin ducados ni castillos, nunca me quiso a mí.
Dicen los sabios que el tiempo sabe
poner cada cosa en el sitio que cabe,
pasan los años y aquí me tiene con unos cambios en los papeles.
La conciencia nunca engaña siempre
y cuando el alma sepa lo que guarda,
y esta vina es tan larga que seguiremos viéndonos las caras.
Ella sabe que recuerdo
su desprecio y su cenismo,
hoy se acerca con saludos
como si yo no fuera el mismo.
No me importa ser cortés,
aunque pensando le digo, perdono pero no olvido.
Si valoro lo que tengo,
mejor que no me quisiera,
con los años lo agradezco.
Hoy me quiere una plebeya,
con Fernández de apellido,
es mi más bella doncella,
la bella de las bellas.
Dicen los sabios que el tiempo sabe
poner cada cosa en el sitio que cabe,
pasan los años y aquí me tiene con unos cambios en los papeles.
La conciencia nunca engaña siempre
y cuando el alma sepa lo que guarda,
y esta vina es tan larga que seguiremos viéndonos las caras.
La conciencia nunca engaña siempre
y cuando el alma sepa lo que guarda,
y esta vina es tan larga que seguiremos viéndonos las caras.
La conciencia nunca engaña siempre
y cuando el alma sepa lo que guarda,
y esta vina es tan larga que seguiremos viéndonos las caras.
La conciencia nunca engaña siempre
y cuando el alma sepa lo que guarda,
y esta vina es tan larga que seguiremos viéndonos las caras.