Por esas cosas de mirar mi sombra, de estudiarme la traza y con amor empezar a pensar en mis raíces, me entran ganas nomás de ser quien soy.
Vale la pena ser como es mi gente, de casa chica y amplio corazón, que no se hace problema y sin rezongo agrega un plato y sirve lo mejor.
La del hermoso oficio de brindarse para quien servir es una obligación que inventó la gauchada y que se ofende si es que amagan pagarle algún favor.
Vale la pena ser corto en palabras pero sabio y sencillo en la opinión, tener como maestro el cuero propio y leer el libro de la creación.
No se puede olvidar la tierra madre, la cuna, la querencia y la emoción de entender que si existen las fronteras existe el compromiso de ser yo.
No puede ser que siendo lo que somos tengamos que arrendar el corazón, entregar lo más lindo que tenemos y vivir.
Y vivir de prestado y con temor, por eso, por eso déjenme nomás ser como quiero, que yo habré de saber con el favor de Dios, ser lo que debo ser o no ser nada y ser libre o morir en la oración.
Déjenme pues ese gusto provinciano de entregar lo que tengo.
Y lo que soy y mostrarle al país o a los que quieran cuál es y dónde está mi tradición.