Lời đăng bởi: 86_15635588878_1671185229650
Como un cuento comienza esta historia
que seguro ya ocurrió
y seguirá ocurriendo.
Muy lejos
sobre la cresta de una ola
del vasto océano del tiempo
una vez
se instaló un reino.
He venido a contarles lo que allí sucedió.
El reino era feliz porque lo eran su rey,
su corte y sus súbditos.
Grandes eran los días de gloria que se vivían,
interminable la alegría que brotaba de sus almas.
Por aquel entonces se veía,
a través de los amplios ventanales del castillo,
un pueblo danzante alimentado por la música de celestiales violines.
Pero mucho más alegre era la incansable danza del Leopoldo,
el bufón.
Cada paso que daba era una nota exacta en la partitura de su risa.
Hasta que un día...
comenzó a ocurrir lo peor.
El rey enfermó.
Muy grave estaba el rey,
pues un extraño mal lo acosaba.
Y lo que era
peor, contagiaba a todo el reino.
—¡Hay que salvar al rey! —gritaban tanto médicos como cortesanos.
Y el único que
no gritó fue el bufón,
quien observaba todo mientras,
en esa orgía de borrachera general,
seguía el ritmo de la música al compás
de la risa de su molibundo señor.
Entre vino y carcajadas llegó la solución.
Había que matar al dragón.
—¡Muerte al dragón y que viva nuestro rey!
Nadie quería abandonar al soberano en semejante
situación
para enfrentarse con la bestia.
El castillo se fue sumiendo en un silencio sepulcral,
hasta que lo único que se pudo llegar
a escuchar fue el apenas perceptible
tintinear de los cascabeles del bufón.
—Leopoldo, mi buen bufón,
tú has sido elegido por reunir todas las condiciones para llevar
a cabo esta cruzada.
Salva la vida de tu rey,
vuelve victorioso y,
caballero, serás en
mi corte.
Las risas nuevamente invadieron el recinto.
Leopoldo fue llevado un tanto a la fuerza
hasta el rey,
quien,
logrando incorporarse,
tomó una espada.
—Toma tu arma y ve con mi bendición.
Parte ahora,
pues la fiesta no puede esperar.
¡Esclavos,
más vino!