Tanta gente buena que veo, amigos míos.
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Allá en Colombia,
saludos a esa gente que siempre apoya nuestros cantares.
Vamos a dedicar este Popurrí de canciones también a la gente que ama,
disfruta,
quiere,
valora,
respeta a ese bello animal como es los caballos.
Por ahí veo tanta gente de caballos.
Saludos pues,
para mi amigo Fernando Sánchez que está por ahí.
Y el terrible Mateo.
Coleadorazo,
coleador del chavo y del güero de Mateo.
¿Cómo está con segundo Molino, Fernando Sánchez?
Bueno, es nuestro hermano.
Mira,
Molino,
vamos a dedicar estas canciones al viejo,
chico.
A tanta gente, amiga.
Por ahí vi a los Juanes también,
de Triple J Ranch.
Juan Elías, Juan Andrés, Juan David.
Y anda,
amiga,
acompañado con mi hermano Luis Marín,
del Guarico,
viviendo en Panamá.
En Parrandao, en Los Potros.
Este tema lo grabé en el primer disco.
Y es un homenaje al tema Yo Mateo a mi
compañero que grabó José Vicente Escobar.
Aquí le hicimos la contesta y les
canto un pedacito para que se acuerden.
Para mis amigos de Carmencita Ranch,
uno de los colaboradores y patrocinantes allá en el centro del país.
Con cariño para ellos.
Oye,
el caporal de Lato se ha parado muy contento y me ha llevado
al potrero para que vea cómo está el hijo de Joleyerro,
el auténtico heredero,
convertido en todo un potro,
me entró como un desespero,
me invadieron los recuerdos y vi clarito
aquel día ya que el animal tan fiero,
cuando corrió mi caballo, ya
ni me puse a llorar,
abrazado del sombrero,
pidiendo perdón a Dios por ese error tan severo.
Y aunque han pasado los años,
lo adoro más,
lo venero,
más nunca he vuelto a colear extraño
mis pateaderos,
pero más a mi castaño que aunque muerto más lo quiero,
que no dieran
esta vida por verlo en el comedero,
con su yegua y su potranco y parado en el tranquero.
Son razones del destino que por mucho no supero,
pero voy a levantarme y le pondré los aperos,
voy a enseñar a colear,
hoy al único heredero del caballo boleyerro,
que además tiene a
un lucero igualito que su padre,
tengo un nuevo compañero.
¡Mi caballo!
¡Carajo!
¡Diego Anelías Núñez!
Hombre de caballo y apalante, chicos.
Saludo a la distancia también a mi amigo Orlavito Mocatini,
gran criador,
amante y comerciante de caballos,
ahora en los Estados Unidos,
pero siempre venezolano.
¡Patrón, vendame el caballo!
Se lo suplico ese que me gusta tanto,
lo necesito, patrón,
pa' trabajar en los astos,
pa' enlazar orejanas y dominar cachilapos.
¡Segundo molino!
Patrón, vendame el caballo,
se lo suplico ese que me gusta tanto,
lo necesito,
patrón,
pa' trabajar en los astos,
pa' enlazar orejanas y dominar cachilapos.
Es que es muy
triste,
patrón,
tener un apero completo con vales y freno,
pero no tener caballo,
eso es igual que una
noche sin lucero,
que ordeño sin becerrero y mayo sin lirio blanco.
Es que es muy triste, patrón,
tener un apero completo con vales y freno,
pero no tener caballo,
eso es igual que una
noche sin lucero,
que ordeño sin becerrero y mayo sin lirio blanco.
Ay, ay, ay, Dios mío,
puros pasajes
de los buenos,
que hacen que el llano nos corra más
por las venas.
¡Dígale ahí, Tito Martínez!
¡Aló, La Martinera, presente también!
No lloro porque te fuiste,
sino porque me has dejado,
después que de aquellas cuatro
tardes de toros coleado,
en la manga de tu pueblo quedamos enamorados.
Saqué un bravo
toro negro en mi alazano cortado,
porque la tarde anterior yo te lo había dedicado,
y
al pasar frente a tu palco lo colié muy bien coleado.
Saqué un bravo toro negro en mi alazano
tostado,
porque la tarde anterior yo te lo había dedicado,
y al pasar frente a tu palco
lo colié muy bien coleado.
¡Cómo se colían los toros, Juancito Núñez!
¡Ay, ay, ay!
Y esta canción,
que sé que le va a llegar al corazón a más de uno,
de los que han vivido el llano,
de los que han trabajado,
de los que sienten
a nuestro estado,
Monagas,
y al llano entero en Colombia y Venezuela,
cántela conmigo.
¿Cómo será mi tristeza,
cómo será mi tristeza,
si no lo logro llegar a ese ano?
Cuando mis manos no puedan,
cuando mis manos no puedan limpiarle el lobo a un caballo.
Pa' acomodarle a una cincha tampoco se acude un fardo,
quizás ni ponerle el freno y mucho menos montarlo,
ese es el peor castigo que me podrán dar a los años.
Porque yo toda la
vida se la he dedicado al llano,
y al ver que no puedo hacer lo que hice cuando chavalo,
los pocos días que me queden los iría a pases pesado.
No volveré a torear un toro,
no volveré a torear un toro,
ni a cruzar un río nadando,
tampoco ordeñar una vaca,
tampoco ordeñar una vaca,
ni a trajinar en el barro.
No vuelvo a picar una soga,
ni a marcar un orejano,
y tal vez ni pegué un lazo en un mastrantal quemado,
ni a sacar una tarea con los soles de verano.
Ni volveré a amanecer al pie de un arpa cantando,
entre palos de aguardiente con una muchacha al lado,
bregando el verso ladino con complerosos
veteranos.
¡Y el aplauso para los llaneros!
Gracias, gracias, gracias.