No haya ningún cobarde, aventuremos la vida,
que no hay quien mejor la guarde, que el que la da por perdida.
Esta divina prisión del amor en que yo vivo.
A eso adiós mi cautivo y libre mi corazón y causa en mi tempestad.
¡Ah!
¡Ay!
¡Ay!
Vea mi Dios prisionero, que muero porque no muero.
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
¡Ay!
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