Domingo de otoño, nueve de la noche, sentado en mi cuarto y pensando lo que el tiempo esconde. Mirando las fotos, leyendo tus cartas, gritando tu nombre. Domingo de otoño, nueve de la noche. Hace un momento me has llamado, después de tantos años. Quizá tu conciencia y mi paciencia se han vuelto aliados. Me dices que en este momento quisieras estar aquí, a mi lado, a mi lado. Y yo que hasta sonrío por no empezar a llorar. Has tenido tanto tiempo y no has querido regresar. A buena hora, vienes a decirme que yo soy esa persona que ha sabido darte lo que el corazón no borra. Ahora te equivocas. A buena hora, vienes a curar el alma que dejaste rota. Y a cambiar mi vida porque ahora se te antoja. A buena hora. Domingo de otoño, nueve de la noche. La madre experiencia me ha *** que ya no me conforme. El tiempo y los años colocan a uno donde corresponde. Lo que nace puro también se corrompe. Lo que nace puro también se corrompe. Y tú, ¿cómo te atreves otra vez a dar marcha atrás? Has tenido tanto tiempo, mejor te quedas como estás. Permíteme decir que a buena hora vienes a decirme que yo soy esa persona que ha sabido darte lo que el corazón no borra. Ahora te equivocas. A buena hora, vienes a curar el alma que dejaste rota. Y a cambiar mi vida porque ahora se te antoja. A buena hora.